lunes, 16 de abril de 2012

La casa de las dagas voladoras

Huyendo de sus perseguidores, Jin cruza con Mei el bosque, siendo ésta sospechosa de formar parte de un grupo rebelde y tener él la misión, como capitán de policía, de descubrirlo ocultando su identidad. Apenas se conocían, pero su atracción era inevitable. Observándole varias veces, Mei le pregunta:   
   -¿Cómo os llamáis?
   -Me llamo Viento –responde él.
   -¿Viento?
   -No soy oficial ni plebeyo, ni de facción alguna, voy y vengo sin dejar rastro.
   -¿Como el viento caprichoso? –dice ella sonriendo.
   -¡No! Como el viento libre que vaga por doquier.
   -Ya veo que os gusta bromear.

Después de un largo día, cansados por la lucha que tuvieron que enfrentarse, reposan en el silencio de la noche junto a una hoguera. Los sentimientos de Mei por él son profundos de amor pero teme no ser correspondida. Así que decide tomar una decisión:
   -Quiero preguntaros algo –le dice costándole sus palabras.
   -¿De qué se trata? –Jin muestra un carácter serio.
   -¿Sois sincero o fingís?
   -¿Qué quieres decir?
   -Lo que sentis por mí, ¿es de verdad?
   -No te tomes todo tan en serio –le responde de un modo despreocupado.
   -¡Quiero saberlo! –exigió ella, doliéndole el corazón.
   -Un hombre de espíritu libre es como el viento, sigue adelante, no se detiene a pensar.
   -Quiero que os detengáis a pensar.
   -El viento no lo haría.
   -¿Y por mí tampoco?
   -Cuando el viento sopla no deja huella, sólo es viento. ¿Puedes entender ahora por qué me hago llamar Viento?
   Durante unos largos segundos ella se queda callada, dolida por su respuesta, pues, el que se hace llamar Viento había marcado su corazón con su huella, imborrable para siempre.
   -Ya –responde ella en un suspiro de aflicción–. Seguid con vuestro viento… ¡Y dejadme tranquila! –con el desconsuelo en su corazón se marcha. 

Estando separados, cada uno habiendo tomado su destino, Mei sufre una emboscada de los soldados del general. Luchando a muerte, en un bosque de bambús, Jin aparece en su rescate para su sorpresa. Superándoles el enemigo, lanzan un ataque que los deja inmovilizados, pero cerca el uno del otro.
   -¿No decíais que el viento jamás se detiene? –le pregunta en un suspiro ella.
   -El viento libre que vaga por doquier se detiene si quiere –responde con palabras sinceras.
   -No debisteis volver.
   -He vuelto… por una persona.