miércoles, 18 de diciembre de 2013

La llamada del desierto

Sólo una pincelada más y la obra por fin estaría acabada. Otro cuadro más donde mis sentimientos se plasman en confusión, donde con el paso del tiempo desvelaría la verdad que encierra. Delicadas líneas y pliegues se fundían en tonalidades diferentes atravesadas por grandes manchas rojas y negras, fiel a mi impulso que estuvieran. Cierro los ojos cuando cojo el pincel, lo mojo en un bote por azar de pintura y marco lentamente el último trazo. Los abro. Contemplo mi extraña obra, haciéndome preguntas que quedan lejos algunas de tener respuestas que no cambien; no reconocerme como la autora de mi propia creación. Mi arte siempre volverá a mí como a una amada con la que se ha tenido una desavenencia, marcando su fuerte llegada por todo mi ser. 
 Descansando, veo por un momento la obra de uno de los chicos de la clase de pintura, dándole espesas pinceladas aplicando la técnica de impasto. Me fijo en él con más detenimiento siendo de repente atraída. Escogía colores cálidos formando un desierto, un lugar inmenso desconocido, un secreto con una llamada hacia él. Surge la vinculación que escapa a toda palabra y explicación en este mundo. Entonces noto que mis lágrimas cubren mi cara y el joven me mira asombrado con sus ojos negros como el carbón y profundos.    
  -¿Qué te pasa? 
  -No lo sé…

viernes, 13 de diciembre de 2013

Preludio de invierno

Quizás hubiese sido un bonito día por la ciudad si la lluvia no hubiese caído inesperadamente. Dejó sus cosas, cancelando todos sus planes, preparó un café y cogió su máquina de escribir sin más remedio. Allí buscó la inspiración entre sus pensamientos, cualquier cosa que cruzase su mirada podía servirle como inicio: un llavero, un sombrero, una caja con fotografías… Cuando decidió que era hora de empezar, escribió la primera frase pero el ruido de la lluvia impidió su concentración. Ella se levantó y se asomó a la ventana donde pudo apreciar las vistas de la ciudad tan bella donde estaba, haciéndola más la unión de la lluvia. Sintiendo un arrebato, salió a la calle con su mochila y un paraguas negro de lunares blancos experimentando la sensación de estar viviendo ese momento. Todo era precioso con lluvia si tan sólo cambiaba el punto de vista negativo, bailando sola había descubierto una forma diferente en la que podía ser también igual de feliz, sin que el tiempo más amenazase. 
  Descansó de su paseo en un banco del parque donde sacó el cuaderno con el bolígrafo, con la mirada perdida en el cielo lluvioso. Entonces pensó en él, el brillo tan especial de sus ojos y su sonrisa. Escribió sin parar teniéndole presente, pero una y otra vez arrancaba las hojas. A veces eran cartas, donde le preguntaba qué tal le iba, cómo era de bonito ese lugar y le contaba su situación, y otras relatos cortos sobre ellos, historias de ensueño donde él seguía en ella. 
  Cansada, notó que estaba escampando y al poco rato el sol apareció, recibiendo sus rayos calurosos. Tan sólo había quedado una hoja de su cuaderno. Sonrió, y ahí escribió esta historia.

lunes, 2 de diciembre de 2013

La viuda de la orquídea negra

Fragmento del encuentro con el señor Novotny en el mar

   -¿Otra vez por aquí sola, Lady Lovelace? 
  Valeria vio al señor Novotny acercarse hacia su lugar sagrado, adentrándose en la orilla donde ella estaba en su intimidad descalza y con un ligero vestido blanco, inapropiado para que un hombre la viese si recordaba las odiosas normas que le enseñó su madre, a través de años de reprimenda y que ella siempre se rebeló. Pero había llegado hasta aquí, el puesto más alto de sociedad con el matrimonio de su difunto marido, dejándose disfrazar por otros y logrando la vida que tanto ansiaban. ¿Son todos ya felices? Sin duda siempre le quedó esa pregunta por hacerles, gritárselas hasta que sus oídos reventasen si nadie le daba una respuesta razonable que satisficiese años de doctrina y sufrimiento. 
  -Me gusta ver el mar… respondió ella– Me tranquiliza estar a su lado. Cuando estoy lejos de él siento mucho su ausencia, me pongo más nerviosa sin escuchar el canto de las olas y contemplar el horizonte azul. ¡Qué brisa tan agradable hoy! ¿No te parece? 
  Se fijó que el señor Novotny no apartaba la visión de su figura, permaneciendo en un mundo aparte en silencio, volvió a la realidad afirmando mientras se llevaba las manos a la cara y guardaba distancias.    
  -Una vez la vi aquí hace años… Tenía la misma expresión en el rostro. Yo no me atreví a acercarme, pero lo deseaba. Estoy a unos pasos de usted y siento cómo se difunde con el paisaje, como algo que nunca podré alcanzar –él no podía contener la mirada, y Valeria se centró en la inmensidad que le producía el mar. 
  -La sensación que me produce este sitio hace que retome recuerdos que quedaron grabados en mente, recuerdos mágicos con seres especiales. Traje aquí a Bernard antes de su partida a Francia, era un regalo íntimo de mi parte. El plan era ver el atardecer juntos, sólo que el pensamiento de no volver a vernos más hizo que nos absorbiésemos los dos en un edén compartido y olvidásemos el resto. Escuchaba el romper de las olas cuando él conseguía estremecer todo mi cuerpo. El amanecer nos recibió con lágrimas de sal, que quedaron sin querer visibles, limpiándolas en el mar donde consolidaríamos nuestro último recuerdo. Nunca más supe de él… 
  -Sin duda es cierto lo que dicen de usted, la viuda de la orquídea negra. Ya sabrá que vuestras extravagantes historias alcanza el interés de muchos hombres. 
  -Yo no trato de causar polémica, sólo vivir como dicta mi corazón, mis pasiones más profundas. No sólo es el recuerdo de Bernard el que me estremece el alma, sino años atrás el de la persona sin nombre que me desató en el delirio. Era más mayor que yo, una jovencita por aquél entonces, y lo que se me quedó guardado de él era su melena oscura enredada entre mis dedos y el aroma de su cuello a jazmín. Me escapé una noche furiosa de mi hogar, había vuelto a pelearme con mi madre, y caminando llegué a la playa. Hacía frío y las olas sonaban con fuerza. Me quedé inmóvil con los ojos cerrados en la orilla, notando el agua helada en mis pies sin importarme. Entonces, sentí unas manos acariciándome por detrás los hombros, bajándolas suavemente por el resto de mi cuerpo. Mi pulso se aceleraba con la respiración del desconocido que me invadía en una conquista abrasadora. Tomó uno de mis pechos descubriéndolos, masajeándolo aún sin volverse y me arrebató al poco tiempo el vestido deslizándose. Él me dijo, mira a las estrellas, y se fue aventurando más en mí. Fue cuando noté que sus ropas caían y por fin pude verle, su rostro bello y excitado por ser el primero en poseerme. Una mezcla de dolor y pasión que me quedaría grabada mi primera vez. A la mañana siguiente él se fue, pero por la noche volví a acudir a la misma playa y volvimos a retomar nuestros cuerpos. Una historia que siguió de encuentros y desencuentros amorosos hasta la noche que no volvió a aparecer más, dejándome sola y con su deseo a flor de piel.
  La imagen de su amante desconocido hizo que se le acalorase el cuerpo quitándose el vestido blanco y quedando desnuda a espaldas del señor Novotny. 
  -Está haciéndose tarde, señor Novotny. Su mujer estará preocupada, vaya a su lado antes de que se intranquilice más. Dígale a los míos que no tardaré mucho en ir.
  Valeria se adentró con paso firme en el mar y allí se sumergió evadiéndose en sí misma sin contar el tiempo con el recuerdo profundo de sus amantes.