domingo, 7 de octubre de 2012

Noches de blues III

Las doce en punto de la noche. Cynthia no quería volver a ver más el reloj por miedo de reconocer lo que más temía. Suspiró, desesperándose, mientras intentaba encender el último de sus cigarrillos. Nadie acudiría ya allí. 
   Un joven que estaba abriendo la puerta de un local, no paraba de mirarla, sintiéndose molesta por su situación sentimental. Rezó para que se fuese enseguida, cumpliéndose su ruego en cuanto el joven se metió dentro. Había estado esperando una hora en el lugar, maldiciendo su nombre por encima de todas las cosas, culpándose por último a ella por ser una ingenua. Debía de irse, ahora que sabía que no tenía nada más que hacer, sin embargo, seguía aún allí sin saber el motivo. 
   -Disculpe, ¿puedo ayudarla? –le preguntó, sorprendiéndose de su vuelta, el mismo joven. 
   Su rostro mostraba preocupación, un cierto interés de ayudarla de verdad sin conocerse de nada. Cynthia no sabía qué decir; agradecía su acto de voluntad pero no quería el consuelo de nadie para recordar sus amargos recuerdos. Dejó que el silencio gobernarse el ambiente, hasta que dictara una señal.


   -Comprendo… Entre conmigo dentro, la invitaré a una copa. Será mucho mejor que quedarse sola en este sitio, va a empezar a hacer frío.
   Convenciéndola, Cynthia, abandonó la acera donde había permanecido una hora, dejándose llevar por lo que le deparase la noche. Ya no podía terminar peor, al menos, intentaría pasárselo bien disfrutando de una bebida de calidad en el local, llamado Chicago Blues
   Cuando entró todo estaba oscuro. El joven fue a encender las luces, volviendo quitándose el abrigo y comprobando por el uniforme que trabajaba de barman. Le indicó con amabilidad que tomase asiento en la barra mientras él preparaba las cosas para servir la bebida. Cynthia, olvidándose un poco de lo ocurrido, se entretuvo observándole: tenía el pelo castaño recogido con una coleta, no demasiado largo; los ojos color miel; la perilla bien afeitada, llamándole la atención a pesar de su aspecto formal, el pendiente en la oreja de serpiente. Posiblemente, era de oro y tenía dos piedras brillantes rojas en cada ojo. Se preguntó por qué el joven evitaba mirarla ahora, pues ella sí se atrevió hacerlo ahora.
   Le sirvió un margarita y siguió concentrado en su trabajo. La gente empezó a entrar, sintiéndose Cynthia cada vez más hundida en la ignorancia, volviendo a verse como un ser despreciable en medio de una vida que no veía como suya. Dentro de poco cumpliría veintiocho años, espantándole cada vez más la edad que la consumía. Estaba sola e incomprendida, pues ni ella misma se comprendía. En un arrebato, se levantó del asiento y exclamando en voz alta dijo: 
   -¡Un brindis por las almas solitarias! 
   Los que estaban, parándose durante segundos sorprendidos, acabaron brindando contentos. Por fin, el joven la miraba sin dar crédito a su comportamiento por su expresión.
   -Vaya, veo que por fin te has animado. Suerte que no he cargado tanto esa copa.
   -¿Cómo te llamas? –quiso saber ella intrigada. 
   -John –respondió, simplemente, centrándose en buscar algo debajo de la barra.
   -Yo Cynthia, muchas gracias por… en fin, gracias por el margarita.
   -¡Aquí está! –puso en la barra un estuche de discos de música–. Tengo que poner la música para el local, ¿qué artista de blues prefieres para escuchar?
   -¿De verdad? Pues… ¡B. B. King! 
   John sacó el disco y fue a ponerlo en el reproductor. Acto seguido, la gran voz del artista sonó por todo el lugar con su canción Rock me baby.   

Rock me baby, rock me all night long.
Rock me baby, honey, rock me all night long.
I want you to rock me baby,
like my back ain't got no bones.

   Hacía tiempo que no escuchaba un tema de B. B. King, a pesar de que era uno de sus artistas preferidos de blues. Tal vez fuese porque le recordaba a una determinada etapa de su vida que ya había logrado superar, sin que los amargos recuerdos influyesen en su estado de ánimo. 
   -¿Alguna vez había venido por aquí antes? –le preguntó sorprendiéndola, ya que estaba perdida entre sus pensamientos.
   -Unas pocas de veces con amigos. Creo que vendré más a menudo –sonrió bebiendo el margarita–. Y tú, ¿llevas trabajando mucho aquí?
   -Un año desde que mi tío consiguió meterme: él es el dueño del local. Buscaba trabajo para sacarme algo de dinero para mis gastos personales. Mis padres bastante tienen pagándome la carrera y no quería depender tanto de ellos.
   -¿Qué carrera haces?    
   -Filosofía –respondió, descansando, apoyándose en la barra cerca de ella–. Cuando la gente me pregunta por ello siempre suelen espantarse pero… es la opción que escogí para mi vida. Yo le encuentro mucha utilidad: no me gustaría trabajar a merced de los demás sin una conciencia como si fuese una máquina. Las personas cada vez pensamos menos por nuestra cuenta, somos más influenciables por otras más listas, es decir, las que tienen poder. Fíjate mañana cuando te levantes en cómo funciona todo a tu alrededor: es un ideología impuesta. 
   -Quizás lleves razón… –Cynthia reflexionó mucho con sus palabras–. Yo hice derecho porque era lo que se esperaba de mí. En mi familia todos han gozado de un buen trabajo ejerciendo de abogados. Ocurrió todo tan rápido que ni si quiera me dio tiempo a pensar, a elegir qué es lo que me gustaría hacer de verdad. Sea como fuese, ahora soy abogada. No gano mucho a diferencia de otros miembros de mi familia, pero me da para vivir. 
   -¿Ves? Has vivido como los demás esperaban que hicieses.
   -Tampoco ha sido así. Tengo una pasión que es la fotografía y he podido hacerla bien como hobby, pues no me iba a dar de comer. Guardo en numerosas cajas, las fotos con títulos y fechas de una colección que formará parte de mi vida. Deberías de verlas: expresan tanto sentimiento en una simple imagen que inmortaliza el tiempo para siempre.

You, you smiled.
And then the spell was cast,
and here we are in heaven
for you are mine at last.

   -Te haré una pregunta, Cynthia, y no una fácil… ¿Qué es la felicidad?
   -No sabría qué contestarte, como has dicho es difícil y creo que algo relativa. ¿Por qué no me lo dices tú? Me invade la curiosidad de alguien de filosofía.
   -De acuerdo: pero con la condición que me contestarás lo que te ha ocurrido esta noche –ella frunció el ceño, sabiendo que su propuesta era personal–. ¡De acuerdo! Si te doy una respuesta aceptable que te convenza, me contarás el motivo.
   -Trato hecho, vaquero. Así pues, ¿qué es la felicidad?  
   -Huellas. 
   -¿Cómo? Me temo que tu respuesta anda en la cuerda floja…
  -Son los rastros que dejamos en el camino. Los pasos errantes de inmensas historias; cruzándonos con distintas miradas de viajeros felices, tristes, sabios, tiranos, melancólicos, apasionados... Todo un mundo de personas con las que compartir para aprender. A veces cuesta marchar de nuevo, sobretodo, cuando hemos estado tan relajados en un lugar, pero sabes que tu rumbo debe continuar. Nacemos sin saber el sentido de la vida, buscando qué será, perdidos en un laberinto que posiblemente nunca sabremos. Lo que sí es cierto, es que mientras vamos creciendo como persona, una paz nos invade el alma: la superación en la experiencia. Esto es lo más fuerte y valioso que cualquier otra cosa material o no que te implanten. 
   Cynthia se quedó en silencio durante unos minutos cuando acabó. Nunca había escuchado una definición tan profunda y verdadera como aquella. Rememoró su vida con los instantes donde se identificaba tanto con sus palabras: tenía razón y odiaba reconocerlo. John se retiró sin avisar para cambiar la música de un B. B. King que ya sonaba repetitivo. Una nueva voz empezó a escucharse con el tema de One more heartache de Paul Butterfield.

One more heartache, baby,
I can't take it now.
My heart is carrying such a heavy load,
one more ache would break it.

   Volvió a su lado, atendiendo mientras a dos hombres que pedían un martini. Cuando terminó, ella se armó de valor para empezar hablar, costándole por el dolor que aún sentía. 
   -Llevábamos saliendo un año juntos, aunque hace meses que él ya no estaba bien con nuestra relación –dijo con voz baja, suspirando en una pausa–. Hoy era un día muy importante para vernos: íbamos a celebrar mi cumpleaños por la noche. Habíamos quedado a las once en esa maldita calle cerca de aquí pero él no apareció. Le llamé sin ninguna respuesta al móvil y esperé durante una hora en vano. No hace falta que espere hasta mañana para saber de lo que se trata: me ha dejado. Y el motivo es bien claro: una nueva vida en Londres con su trabajo. Le habían avisado del traslado hace una semana y aún pensaba una respuesta… Ya lo ha hecho. 
   -Dios, Cynthia, tranquila, estas cosas pasan –la consoló acariciando su cara–. Las personas cambian sus sentimientos, pero el que de verdad te quiera, va a estar a tu lado en todo momento aunque sea al otro lado del mundo. 
   -Me sentía tan estúpida ahí plantada… –vergonzosamente, no pudo evitar llorar de la rabia–. ¿Por qué no me dejó cuando aún el dolor podría ser menor? ¿Por qué fue tan cobarde de esperar hasta el último momento para fugarse? ¡No es justo que haya personas así! 

I said I've been down hearted baby,
ever since the day we met
our love is nothing but the blues,
baby, how blue can you get?

   Sin poder evitarlo, abandonó el local para llorar sin que la viesen más en su suplicio. No quería saber más del mundo, quería desaparecer aunque fuese segundos. 
   Una mano se posó en ella y comprobó que se trataba de John. Otra vez acudía en su ayuda, con el mismo rostro de preocupación. Desconsoladamente, se abrazó a él mientras intentaba que cesasen sus lágrimas.
   -Él no merece tus lágrimas, Cynthia –le dijo con dulzura, acariciando su pelo–. Es un momento de debilidad que se te pasará, ya lo verás mañana cuando amanezca. Quiero ayudarte, pero antes debes de hacerme una promesa…
   -¿Qué promesa? –le miró fijamente con los ojos brillantes, sintiendo su respiración de lo cerca que estaban.
   -Que nunca cerrarás tu corazón. Caemos con el altar de una persona, consumidos por el desamor dentro de un pozo oscuro donde creemos nunca ver la luz. Nos olvidamos de los rayos del sol de un nuevo día, ciegos por nosotros mismos con vendas. Es una lucha interna que se debe superar, y cuanto mayor sea la luchar, mayor será la gloria que te aguarde. Por eso… nunca renuncies al amor.
   -John… ¿Por qué me ayudas tanto? Sólo soy una mujer desconocida al borde de su juventud.
  -Te había visto unas cuantas de veces en el Parque Milenio fotografiando, y también las pocas de veces que asististe al Chicago Blues. Tal vez no me recordases, pero tú te hiciste un hueco en mi mente. Me llamaste mucho la atención, deseaba poder acercarme a ti, pero no sabía cómo. Esta noche ha sido una sorpresa para mí también. No todo son lágrimas… Además, ¡es tu cumpleaños! –ella sonrió, animándose por completo, siendo las últimas lágrimas que tenía de felicidad–. Termino mi turno ya mismo, ¿te apetece que vayamos a algún lugar en concreto?
   -Hay uno que me gustaría llevarte.
   Salieron en cuanto John terminó de vestirse y arreglar unas cuantas cosas. Era media noche, las luces daban un aspecto bohemio por las calles, resaltando la figura de ellos solos conversando de diversos temas.  
   Llegaron al portal de un piso, donde Cynthia le invitó a subir a su casa para mostrarle algo especial. Entraron, diciéndole que aguardara en el salón, manteniéndolo con la duda. En la mesa vio su cámara de fotos comprobando su manejo. Finalmente, Cynthia, vino con una caja entre las manos esbozando una enorme sonrisa: se trataba de su colección de fotografías. 
   Juntos, estuvieron mirándolas, aunque de vez en cuando, unas fugaces miradas entre ellos cargadas de complicidad en silencio, delataban sus sentimientos… Una palabra que no podía ser dicha por el lenguaje en la condensación de emociones diversas. 
   Sólo un roce en su piel, hizo que el cuerpo de Cynthia se estremeciera. John sintió lo mismo en cuanto ella le agarró la mano, siendo cada vez más evidente su atracción. El momento se concentró tanto, que antes de pensar más, ya estaban sus actos respondiendo por ellos fieles a sus corazones. 
   Al día siguiente, Cynthia, se despertó perezosamente por el amanecer. Deseaba que ojalá la noche fuese eterna, disfrutar más en el delirio de su pasión. Puso su mano en el lado de la cama de John, pero comprobó que no estaba. Sin ninguna explicación que lo justificase, aceptó el motivo de su partida quedándose con los recuerdos y la filosofía que había aprendido. Orgullosa, se levantó sintiéndose a gusto consigo misma, asomándose por el balcón para contemplar el nuevo día. 
   Entonces, alguien le hizo una foto desprevenida, mostrando para siempre en ella una completa naturalidad y bienestar con su espíritu.


1 comentario:

  1. * Notas:
    -Las canciones que suenan son: "Rock me baby", "At last" de B.B. King, "One more heartache" de Paul Butterfield y "How Blue Can You Get?" de Jeff Healey.
    - Las imágenes son de Fabián Pérez. Os recomiendo que veáis su trabajo.
    http://fabianperez.com/bio.html

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