jueves, 29 de marzo de 2012

Descifrando a Remedios

No era el silencio de aquella noche lo que más le asustaba ni el olvido de su nombre, que con el paso del tiempo se había desvanecido de su mente constantemente. Encerrada en su habitación, tendida en la cama, se levantó angustiada. ¿Cuántas horas quedaban más para que amaneciera? Observando el reloj de la mesilla se dio cuenta de que eran las tres… Tan sólo las tres.
     ¡Cómo se nota cuando el tiempo va lento para una al aburrirse!
     Después contempló el marco de fotos que tenía al lado. Se trataba de una fotografía donde salía ella con dos alegres niñas de su edad y un adulto –que se podría decir que le costaba bastante fijar una sonrisa en sus labios. En la esquina derecha estaba firmada una dedicatoria, la cual ponía: te queremos mucho Remedios.
     Recapacitando su nombre, se dio cuenta de que estaba en lo cierto. Se llamaba Remedios… Remedios Requena. La foto había sido tomada no hace mucho y ella lucía un precioso vestido azul de seda, zapatos de charol y una diadema plateada sobre sus rebeldes rizos. Su madre le había comprado ese vestido cuando estuvo de viaje por Francia aunque sólo se lo puso una vez. Con las constantes mudanzas que había realizado en las últimas semanas, gran parte de los objetos valiosos de Remedios no pudieron ser trasladados.
     Después de comprobar que la puerta estaba bien cerrada, dio dos o tres vueltas para entretenerse en su prisión pero a la siguiente ya se cansó. Dirigiéndose a las puertas del balcón, las abrió para que entrase el aire y así ventilase el lugar. Nada más hacerlo, pudo sentir el fresco en su rostro como las suaves y relajantes acaricias que extrañaban su corazón. Observó que podía escaparse atando una sábana a los barrotes y bajar la cuesta con facilidad pues sólo se encontraba en una segunda planta. Su espíritu por la aventura era inmenso y no dudó en ponerse manos a la obra.
     Intentó no mirar a bajo mientras descendía por la sábana hasta llegar al suelo. Estaba descalza, sintiéndolo frío y clavándose las pequeñas piedras, sin embargo le daba igual. Caminó sin rumbo bajo la luz de la luna cantando las canciones que le enseñó su abuela sobre mitos griegos. Entre sus favoritos destacaba La araña Aracne. Remedios lo iba cantando felizmente por las oscuras calles ignorando cualquier peligro:
Llora Aracne en lo más profundo de su ser
tejiendo eternamente con sus ocho patas
y recordando lo buena hilandera que fue.
     De repente pisó un papel mojado donde pudo distinguir el intento que hizo una persona por escribir unas palabras, pues la letra era dificultosa de elaborar. A su frente, miles de hojas volaban mostrando un camino misterioso para Remedios. Extrañada, lo siguió observando en cada hoja que atrapaba determinantes y palabras sueltas despertando cada vez más su curiosidad. En las últimas hojas, las cuales permanecían en blanco, fue una señal de que se encontraba cerca de su destino… Y así llegó al callejón.

lunes, 26 de marzo de 2012

El ahijado de la muerte

Prefacio

Sus lamentos se hacían cada vez más fuertes e insoportables en su cabeza. Una sola voz más de sus víctimas y acabaría con su juicio. Quería salir de allí, de su propia casa y todos los lujos, huir lejos donde nadie le reconociese, esconderse en algún lugar olvidado para dejar de existir para cualquiera. No quería pensar más, no quería enfrentarse a lo que el destino le había deparado. Tal vez, la respuesta estaba en él como el causante de todo. Se miró al espejo odiando al hombre que veía en él, un ambicioso, vanidoso y horrible en el que se había convertido. Pero más odiaba al ser que le condujo a ello; aquél que apareció reflejado con una extraña expresión por lo que hacía.
      -Evan, ¿qué te ocurre? –le preguntó desconcertado por su comportamiento.
    Sucumbido por la situación y el coraje, rió sin poder contenerse a carcajadas, liberando su ira con violencia, destruyendo todo objeto que estaba a su alrededor. Finalizó con un golpe en el espejo donde él se reflejaba. Hubiese dado lo que sea porque desapareciera de este mundo y fuese una persona libre, nueva… pero no, él seguía ahí presenciándole en silencio. Cuando apartó el puño, vio la sangre correr con varios cortes de cristal en su piel. Era curioso como ni siquiera aquello le producía un dolor superior al que sentía su corazón. Con lo que aún le quedaba de fuerzas, tomó aire y le gritó:
      -¡Soy el ser humano más despreciable que hay! En mi mano tengo el poder de ser Dios pero mis acciones están sometidas por ti, alguien que no valora a las personas ni las circunstancias. Mírame, padrino… Soy el engendro que has creado en tu trabajo.  

jueves, 22 de marzo de 2012

Marionetas rotas

Marionetas rotas en el callejón,
vuestro amo os tiró del tirón.

Enredadas en hilo, con ojos
afligidos, esperáis el final
de vuestro trágico destino.

Ningún caminante curioso,
se detiene ante vosotras.
Creadas de un viejo árbol,
al sur de Francia.

Diseñadas y listas, trasladadas
fuisteis por el mar Cantábrico.
Ansiosas por actuar, en el gran
teatro del momento, la caja
abrieron con gran disgusto.

Ni tres representaciones ni ninguna
en la que pudieran estrenarse.
Con el corazón partido, olvidadas
os dejaron en el acontecimiento.

No hay lágrimas que expresen
el dolor, pero sí la madera que
se rompe sin piedad.

Marionetas rotas en el callejón,
vuestro amo os tiró del tirón.

martes, 20 de marzo de 2012

Sin escritura la vida sería un error

La verdad que todo ser humano se empeña en buscar no existe. Lo que tenemos a nuestro alcance es crear posibilidades verosímiles que hacen la verdad. Esta se crea a través de la imaginación y la experiencia, siendo el escritor el más cualificado por su subjetividad, transportándonos a un mundo que nos apasiona libre de tiranía. Al leer, nos metemos en el alma de los personajes, viviendo todo tipo de emociones que nunca antes habíamos pensado. Como una vez citó Nietzsche: “Sin música la vida sería un error”, estamos ante el lema que sin la escritura también lo sería.