martes, 21 de marzo de 2017

Human

Cuando hay noches frías, me desvelo sin unos brazos que me cubran encerrado en mi gran jaula de hierro. El sonido de los grillos tararea una nana de pesadillas. Amanece y unos ojos desconocidos me observan dando gritos, obligado a danzar entre vino y risas. Si lo hago bien me coronan con un ramo de flores con espinas. Si lo hago mal viene aquél señor de negro con el látigo.
El desvío en el mundo de los sueños no es ya suficiente para calmar a la bestia que guardo, alimentándola con el fruto tóxico que sólo el odio y dolor puede dar. Intento no perder el control, brotando plantas decadentes de las heridas que caen a la tierra.
De vez en cuando, hay almas puras en la función que mis ojos cansados pueden ver. Entonces inhalo, exhalo, dejando que el humano entre. 

lunes, 20 de marzo de 2017

Rectas secantes

-Cuando sucedió todo eso, no podía ver nada… –dijo ella sin apartar su mirada de él mientras conducía por el mismo paisaje boscoso– Todo estaba oscuro: era un espacio caótico. Y para cuando llegó la luz, quedé ciega. Tuve miedo porque había adaptado mis sentidos al mundo que había creado para sobrevivir. Al principio me tropezaba siempre, no sabía distinguir entre las imágenes difusas, mis ojos temían volver a la realidad… Entonces apareciste tú.
-¿Y si hubiese estado en otra parte?
-Te hubiese encontrado más tarde. Existen caminos que nos sentimos más atraídos que otros para elegir, siguiéndolos cual criatura hambrienta en la incertidumbre. Allí te encontré y devoré cada parte de tu ser.
-¿Crees que la gente estamos conectados? ¿Que sufrimos la ausencia cuando no conseguimos reunirnos con alguna? Aún puedo recordar el temblor helado los días antes de tu llegada, el caos que atravesaba el mundo, que desaparecieron con la oleada de paz que trajiste. Todo cambió para mí.
-Hay tantas cosas por aprender, que muchas quedarán incompletas cuando nos aventuremos a probarlas, dejándonos la hiel en los labios.
-Estamos cerca de casa… Esperemos llegar antes que la lluvia se aproxime.
Una mariposa entró por la ventana y se depositó con delicadeza en su pecho. Él seguía conduciendo con decisión hacia delante. Las nubes se tornaban oscuras cuanto más avanzaban. Por el retrovisor no podía verse a nadie; eran los únicos recorriendo el lugar, dejando con las pesadas ruedas del coche huellas en la tierra. Pensativa, le preguntó:
-¿Recuerdas todo lo que has soñado?
-No, ¿y tú?
-Cada imagen y palabra percibida en ellos –la mariposa retomó el vuelo, haciendo una pausa–. Al principio era una sensación extraña, ver cómo algunos de los sueños han ocurrido en realidad… Con el tiempo, por mucho que he tratado de huir, se han hecho más vigentes en mi vida. Fue entonces cuando vi claro que tenía que aceptarlos, son parte de mí.
-Debe de ser muy aburrido saber lo que ocurrirá después. ¡Con las ganas que tenía de darte una sorpresa cuando llegáramos!
-¡No seas tonto! –rió, acariciando su pierna–. De los pocos sé cuáles son los que quieren decirme algo, aquellos que inquietan mi alma y no tardan en cumplirse. A mí tan sólo me queda dejarme guiar en su señal.
-Es un consuelo saberlo… Cuando la realidad se derrumbe a cenizas, los sueños vendrán a construir el mundo.
Las primeras gotas de agua cayeron en el cristal. El camino estaba cerca, y ellos en un silencio donde bailaba el vals de sus miradas, hablándose entre ellas.

martes, 14 de febrero de 2017

La naturaleza del amor

Quizás no se trate de decir un nombre, en la búsqueda del concepto que defina los sentimientos humanos que alberga el corazón, al igual que el caminante que se encuentra en la belleza de un paisaje invernal tratando de retener los copos de nieve en sus manos. Nada puede atrapar la esencia por mucho que el tiempo pase y se inventen palabras y formas con el fin de dominar desde su origen algo único en la naturaleza. 
 El humo de la taza de té recién preparado sumerge los recuerdos de la noche anterior en cada mañana: cómo la frágil piel helada consiguió abrirse entre los brazos del fuego. Dime cómo algo tan hermoso puede tener un nombre mientras seguimos trazando pinceladas únicas en el lienzo de nuestra vida. 

martes, 20 de diciembre de 2016

Amores feroces

Cuando haya soplado 
todos los dientes de león
que he ido poniendo 
en tu espalda baldía
¿Qué nos quedará?
Sacar los nuestros que
igualmente
se perderán en combate
con la misma brisa del tiempo.

Suena la tormenta.  
Alguien ruge.
Las sábanas se tiñen de carmesí. 
Cada uno regresa a su cueva
con las cicatrices  y la pérdida. 

martes, 13 de diciembre de 2016

Indómita

Ser algo de lo que él no podía controlar era algo que le aterraba, por eso siguió reuniendo la madera junto a los hombres. Ningún recuerdo podía hacer que se detuviera, prevaleciendo el instinto de su seguridad primero, haciendo lo mismo que hacían y decían todos. En el centro de la plaza tiraron la última carga mientras veía el rostro pálido de ella atada al palo de madera. Su cuerpo y alma arderían en el infierno en cuanto viniesen los aldeanos con las antorchas. Una expresión de misterio en sus ojos la mostraban impasible, como si no fuera de este mundo, inalcanzable de cualquier entendimiento, provocando su desconcierto ante lo que había sido aquella mujer para él. Dudó si en verdad había sentido algo en su relación, en cada momento íntimo, tocándose el colgante con el mineral que le había hecho en el bosque, ocultándoselo debajo de las prendas. La aparente inocencia se tornaba difusa, sin llegar a creer en nada. Finalmente, sus pensamientos se interrumpieron con la llegada del resto que alzaban exaltados las antorchas. La puesta de sol cubría el cielo con el vuelo de los cuervos, dejando una lluvia de plumas negras. Volvería a empezar, pensó decidido, con otra nueva mujer con la que tener un futuro digno y todo quedaría olvidado tras las cenizas. Una mujer que fuese normal, al buen ver de todos, que le diese la comodidad de la que sólo aspiraba alcanzar. Se encendieron las llamas del fuego sin provocar en ella ninguna agitación, permaneciendo inmóvil en silencio, mirándole tras el humo que cada vez nublaba más su visión. Otro hombre había traído consigo sus escritos, dándole a él un puñado para que fuese el primero en comenzar. Los cogió, temblándole el pulso, y se acercó al fuego arrojándolos, quemándose las hojas que tantas noches de luna llena ella se puso a escribir en vela, desnuda junto a su lecho, sintiendo su lejanía contemplando su espalda blanca como la nieve y sus dedos acariciándola notando el frío. Nunca supo bien de qué trataban, pero nadie quería mantener las letras malditas de una bruja. Las lágrimas escaparon de sus ojos mientras todo iba desapareciendo. En cuestión de segundos, un viento se alzó llevándose consigo las hojas, alarmando algunos hombres, pero el cuerpo seguía ardiendo manteniendo el orden. Cuando las llamas se apagaron, y el humo cesó, pocos quedaban en la zona para verlo, él era uno que no había podido retirarse; necesitaba ver con sus propios ojos el final. Se acercó con paso decidido y allí lo vio de una forma inimaginable: los restos eran plumas blancas manchadas con las cenizas de la madera. El mismo viento volvió a levantarse, desprendiendo un aroma a jazmín que tanto recordaba oler hundiéndose en el mar oscuro de su cabello, y las plumas volaron libres lejos de él. Sintió la punzada, tras perderse la visión, de una herida dejada en su ser.