viernes, 16 de agosto de 2013

Era de Cristal

Con el tiempo los seres humanos aprendieron a convertirse en cristal, siendo tan frágiles como él, protegiéndose tras el frío que les garantizaba la ausencia de sufrimiento sin que una lágrima cayese más y les atormentase el alma el mundo y las personas. Se inmovilizaron como estatuas en el reino del silencio, sin que se esbozarse jamás una cálida sonrisa. Renunciaron a vivir toda experiencia encerrados en sí mismos, y, aunque a veces había algunos que se consumían dentro de esa coraza, sabían que era lo correcto, que así estaban protegidos. Ninguno era dueño de sus propias acciones, siendo prisioneros en su cárcel de cristal.
Una vez alguien oyó decir que un pájaro azul paró en su descanso en el hombro de una de estas estatuas de cristal. El pájaro azul, observando al ser impasible, notando su tacto frío, vio a través de sus ojos la melancolía de su alma.
-¡Oh, ser de cristal! -dijo el pájaro- ¡Cómo es posible que tú no puedas disfrutar de la brisa y el movimiento que yo tengo! 
Aguardó una respuesta, hasta que tras el silencio oyó un grito incesante. Compadeciéndose de él, atacó con su pico el cristal con la intención de liberarlo de dicho suplicio. Poco a poco, iba consiguiendo su propósito, apenándose de acabar con su vida, pero sabía que eso era lo que quería su extraño amigo. Entonces, el cristal cayó entero en miles de pedazos. Sorprendido, el pájaro vio que aquél ser aún conservaba la carne, y pudiendo moverse, gritó con todas sus fuerzas su llegada al mundo. 
  Desde entonces hay estatuas de cristal que consiguieron con voluntad liberarse de la coraza de sus sentimientos protegidos, otras que al hacerlo acabaron rompiéndose en trozos de cristal y las que aún perduran estables en el tiempo. 

1 comentario:

  1. Los monigotes de barro rompen a andar cuando la chispa del fuego les calienta.

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