sábado, 3 de diciembre de 2011

Los amantes

Ella permanece en el sombrío lugar de su encuentro. Contempla la luna llena ser atravesada por una nube mientras su corazón late aún más fuerte. Suspira angustiada las horas que pasa pero de pronto él aparece sin que el tiempo hubiese existido. Había dejado todo por ella definitivamente y estarían siempre juntos, o quizás siempre fuese la palabra más surrealista que hubiese inventado el ser humano.
   Los amantes se miran en complicidad, deseosos de fundir sus pieles en una y desafiar al mundo en su rebeldía. Que nada importe ya salvo el amor que los consume, abriendo el amanecer, sus pensamientos empiezan a mostrarse en acaricias, luego besos y mordiscos que penetran la carne hasta alcanzar la dulce sangre. La pasión que los une no deja moralidad alguna ni tabúes, sólo amos de su alocado amor. Cruzan, en su alargado éxtasis, la ciudad entera sin ser conscientes de llevar equipaje, todo es fuego abrasador.
   Viajan por el desierto con palabras sinceras y románticas que jamás pararían en su lujuria. Ambos no podían imaginarse la vida sin el otro, el carecer de los jugosos labios de la entrada del edén y obtener la seductora visión de su mundo. El amor nunca había sido tan devastador para aquellos amantes.
   Ciegos, con los vestidos desgarrados, acabados devorados por los rayos del sol y un enjambre de insectos.

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