Quizás
nunca lo viese bien, pero a la luz de la ventana, contemplando el color azul de tus
ojos tan claros como el cielo de aquél día pude darme cuenta. Me hablas mientras yo pienso en lo
que hubiese sido estar juntos, vivir tan sólo el momento, atormentándome tu
complicidad en los acercamientos pasados. Ambos sentimos la atracción pero nos
frenó las consecuencias. Parece un juego de niños que teme ser descubierto.
¿Está prohibido desear a una persona simplemente por su cargo? ¿La edad?
Eso queda en el olvido cuando se unen creando grandes sueños que
formarán parte del más bello recuerdo. Han pasado varios meses y ahora que se
acerca el final es cuando temo no volver a verte nunca más. Terminas de
hablar, finalizando la revisión de nuestro último encuentro en la trampa que
ideamos. Mi falacia no puede continuar, qué cosas hacemos para seguir viendo a las personas que nos atrae... Nos miramos en silencio durante unos segundos, sonrío y me levanto
despidiéndome mientras pienso en qué hubiese sido encontrarte en otra circunstancia, siendo completamente yo sin bloquearme. Supongo que la actitud formal es lo que
debe ser, o quizás yo nunca supe aprovechar la ocasión.
Unos días
después, leyendo tus maravillosos escritos, llenos de experiencias, sabiduría y
magia, encontré algo que me marcaría:
Escribe y olvida. Lee y
recuerda.
Suelta lastre y alza el vuelo.
Conténtate con todo.
No te conformes con nada.
Suelta lastre y alza el vuelo.
Conténtate con todo.
No te conformes con nada.
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