Santino cantaba solo por la calle Via Veneto a altas horas de la noche.
Una fila de grandes globos de colores le seguían por detrás, sin saber por más
que lo pensaba el motivo. Quizás debió de beber bastante en la fiesta de
Cipriano o en casa de Martina, la dulce.
Llegó a un
banco donde se sentó por el cansancio. Unos segundos más tarde, se asustó al
ver a un hombre de abrigo gris a su lado.
-¡Santo Dios!
¿Se puede saber de dónde sale usted?
-Eso debería
de decirlo yo. Llevo aquí bastante tiempo y tú has aparecido como una sombra
arrastrándote como si nada. ¿Se puede saber de dónde vienes? No, es igual… Ya
me lo imagino.
-Se lo
agradezco, porque la verdad es que no tengo ni idea de dónde vengo y qué hice.
-¿No sabes
nada?
-Hombre, no
exagere. Aún recuerdo el sabor del champán, la música impulsando mi cuerpo a
bailar, las risas resonar en mis oídos… Creo que es suficiente.
-Así que lo
pasaste bien.
-Supongo…
¿Viene mucho por aquí? –el hombre tardó en contestar al sacar un cigarrillo y
hacer todos los pasos hasta encenderlo, con bastante lentitud.
-Hoy es el
décimo aniversario de la muerte de Vittorio Bodini. Puede que no sea una figura
de gran importancia para la gente, pero para mí es especial al recitar mi padre
algunos de los versos de Dopo la luna justo antes de su muerte. Aún
perduran en mi mente con su frágil voz: “In una stanza in fondo, la memoria,
lasciata ai suoi più torbidi solitari, di te non s'informava, fine d'un grande
giorno: giorno da meditare davanti a una finestra, col silenzio alle spalle”.
¡Grandes hombres se lleva la muerte antes de tiempo mientras que alimañas nos
sobran!
El viento
empezó a soplar, levantándose más frío. El ruido de tambores y trompetas
rompieron el silencio, apareciendo bailando un grupo de personas con trajes de
colores llamativos y máscaras. Algunos bebían de las botellas que traían,
rebosando de la garrafa, mientras que otros lanzaban al aire confetis.
Uno de ellos,
el que llevaba un gran sombrero de copa, reconoció a Santino y fue a saludarlo.
-¡Buenas,
buenas, mi querido amigo! Nos vamos a bañar en la primera fuente que
encontremos para celebrar lo espectacular que es la noche. Hoy las estrellas
tienen un brillo especial, ¿no te parece? ¡Vente con nosotros, no dudes más!
Dos chicas
tiraron de Santino para levantarlo y unirlo al grupo. Allí le rodearon
siguiendo con el festejo, tratándolo entre risas como un monumento sagrado
junto a sus globos. Fue bañado en champán y subido encima de dos hombres
fuertes por la calle.
-¡Oiga, usted!
–le gritó al hombre del abrigo gris que seguía en el banco, sin inmutarse,
fumando–. ¡Anímese y venga con nosotros! Esto pinta bien, muy bien.
De vez en
cuando, algún vecino se quejaba del escándalo por la ventana pero a nadie le
parecía importar. Ya el exceso de alcohol se hacía notar en casi todos,
tambaleándose y vomitando por los callejones, pero la fiesta seguía
continuando.
-No habla mucho
usted, ¿no? –le dijo acercándose al hombre de gris que iba siempre caminando
apartado de ellos–. ¿Por qué no se toma algo? Le sentirá mejor para romper el
hielo.
-Estoy bien,
gracias. Así que esto es lo que soléis hacer para divertiros…
-Sí, aunque
al día siguiente no nos acordemos de nada, nos llena vivir el momento. Por
cierto, ¿cómo te llamas?
-¿Para qué
decirte mi nombre si lo olvidarás mañana?
-Cierto,
amigo, aunque no hace falta que te pongas así. Estamos aquí para ser felices.
-¿Y qué es la
felicidad para ti? ¿Un estado placentero que se vive ciego y que dura poco,
pesando después? La sociedad nos ha vendido la felicidad como un protocolo a
cumplir, sin darse cuenta la gente del gran vacío que origina. Cada uno debemos
de averiguar en nosotros mismos qué es, sin vivir la que otros creen que es por
pura satisfacción. Vivimos en nuestra propia mentira sin luchar, quizás por
miedo al escepticismo o la soledad, pero es ese estado el que nos pone en
condición de reflexionar. Destruir para construir una verdad que siempre será
verosímil aunque al menos más digna de vivir.
El ambiente
cada vez era más patético por la embriaguez: una mujer encima de uno caminar a
cuatro patas, un payaso intentando tocar la trompeta al revés, una pareja
besándose mientras se pegaban con las baquetas del tambor… Bastantes
situaciones grotescas donde el hombre de gris era el único cuerdo de aquél
circo ambulante.
-Todas las
cosas que queremos, en cuanto son poseídas, perdemos el interés en busca de
otra. Según nosotros siempre vamos en busca de lo mejor, pero en realidad sólo
nos quedamos con lo último que nos llega. Así es la vida, al menos para mí.
Seguid con vuestra fiesta todo lo que queráis, os perderéis si no despertáis
nunca y estaréis bajo la dependencia de alguien superior y engatusador que os
dirija.
-¡Allí está
la fuente! –gritó avisando el hombre del sombrero de copa–. ¡Todo el mundo a
dentro!
Tropezándose
los unos con los otros de la emoción, se bañaron en la gran fuente que tenía el
agua sucia. Santino, mirándole una vez más, le dijo antes ir:
-Eres el tipo
más raro que me he encontrado en la vida. Si cambias de opinión, únete sin
pudor a nosotros. El agua parece estar fantástica.
Fue hacia la
fuente siguiéndole sin descanso la fila de globos, dejando solo a aquél hombre
tan extraño que había conocido y olvidaría, probablemente, al día siguiente.
Todos se divertían tirándose agua, comportándose como animales repulsivos.
Un señor
salió de su casa quejándose por el jaleo, amenazando con llamar a la policía,
pero fue metido en la fuente por tres mujeres que lo abrazaron, olvidándose de
todo y disfrutando con ellas. Acto seguido, siguieron viniendo más y la
situación se descontroló para cualquiera que aparecía. La fuente se llenó de tanta gente
que tuvieron que estar el resto de las personas que se unían mojándose con
botellas.
Santino
observó el lugar donde seguía el desconocido, que le hablaba mediante señales
por el ruido. Sin poder interpretar nada, y darle bastante apuro abandonar la
fuente para ir a su lado, le gritó que lo dejase. No supo si su mensaje llegó a
él, pero al poco tiempo, se marchó sin saber si volvería a verlo alguna vez.
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